viernes, 11 de julio de 2008

Pentecostés



La historia de la Iglesia cristiana comienza con el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles a los 50 días que Jesús había resucitado. Este hecho es de suma importancia para todos nosotros pues con esto se da el inicio de la actividad de la Iglesia. El Espíritu Santo desciende en forma de leguas de fuego e infunde sobre los Apóstoles sus siete dones, dándoles el valor necesario para anuncia la Palabra de Dios, para preservarlos en la verdad, como Jesús lo había prometido (Jn 14,15), para ir, bautizar y enseñar a todas las naciones.

Martirio de Estéban (36): Estéban tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo.

Conversión de San Pablo (43): Es uno de los mayores acontecimientos del siglo apotólico. Saulo se convierte cuando iba en persecución de los discípulos de Jesús, cayó en tierra y oyó la voz de Jesús: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues? Saulo preguntó: ¿Quién eres tú, Señor? Jesús le respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues. ¿Y qué debo hacer, Señor?. Después de esto sus ideales estaban en el polo opuesto al de antes de su conversión y desde ese momento únicamente Cristo sería el centro de su vida.

Concilio de Jerusalén(50): Fue la primera reunión normativa de la Iglesia Cristiana primitiva, su principal objetivo era determinar si para ser cristiano se debía ser primero circuncidado y seguir todos los preceptos de la Ley de Moisés o bastaba con creer en Cristo y ser bautizados. Al final se determinó que los conversos de otras razas sólo deben evitar comer carne sacrificada a los ídolos y deben tratar a los otros como quisieran ser tratados ellos.

Persecución de Neron e incendio de Roma


Durante la noche del 19 de julio de 64, estalló en Roma un incendió que devastó la ciudad. El fuego se inició en el sureste del Circo Máximo, en las tiendas que vendían mercancías inflamables. El incendio duro cinco días , destruyó cuatro de catorce distrito de Roma y dañó seriamente siete.
Fue dicho por Suetonio y Cassius Dio que Neron cantó el “Iliou persis” en el lugar acostumbrado mientras que la ciudad se quemaba, la leyenda popular recuerda a Nerón tocar el violín mientras que Roma se quemaba, pero esto es un anacronismo pues el violín todavía no había sido inventado, y no sería por más de 1.000 años.

Los rumores acusaban a Nerón como único responsable pero este para justificarse declaró culpable a los cristianos y ordenó que estos debían ser lanzados a los perros, mientras que otros debían de ser crucificados o quemados vivos. Esto sin duda alguna es una clara persecución hacia los cristianos que solo defendían su religión sin hacerle daño a alguien.

Martirio de San Pedro y San Pablo (67): Pablo llegó a Roma como prisionero pero al mismo tiempo como ciudadano romano que, tras el arresto en Jerusalén, precisamente en cuanto tal había hecho recurso al emperador, a cuyo tribunal fue llevado. El camino de san Pedro hacia Roma, como representante de los pueblos del mundo, está sobre todo bajo la palabra “una”: su tarea es la de crear la “unidad” de la “catholica”, de la Iglesia formada por judíos y paganos, de la Iglesia de todos los pueblos. Se puede decir que los dos llegaron por voluntad de la divina providencia, ambos llegaron a Roma, donde sufrieron el martirio en el lapso de pocos años. "Por su martirio, por su fe y por su amor, ambos apóstoles indican donde está la verdadera esperanza y son fundadores de un nuevo tipo de ciudad, que debe formarse en modo renovado y siempre en medio de la vieja ciudad humana, que es amenazada por las fuerzas contrarias del pecado y del egoísmo de los hombres”( Benedicto XVI).

Destrucción de Jerusalén por Tito (70): Jesús lloraba cuando profetizaba el sitio y la caída de Jerusalén, la destrucción de su lugar más sagrado - el templo, y la matanza de sus hijos (Lucas 13:1-9, 34-35; 19:41-44; 21:5-6), pero, como nación, los judíos no hicieron caso. Los discípulos de Jesús, sin embargo, se acordaron de sus palabras, y, cuando todavía quedaba posibilidad de escape, la iglesia huyó “a los montes”, tal como Jesús había dicho que hicieran (Lucas 21:20-21). Después de cuatro años de sitio y terribles privaciones para sus habitantes, llegó el 10 de agosto del año 70. El ejército de Tito logra una brecha. Las murallas, la ciudad y su templo caen. A continuación los judíos que no son matados son llevados cautivos a Roma, junto con gran botín, incluyendo los objetos sagrados del templo. De esta manera se pondría fin a la destrucción de Jerusalén.

Persecución de Domiciano(95-96): Domiciano decidió que todos los judíos debían enviar a las arcas imperiales la ofrenda anual que antes mandaban a Jerusalén (al Templo, que ya no existía). Cuando algunos judíos se negaron a hacerlo o mandaron el dinero al mismo tiempo que dejaban ver bien claro que Roma no había ocupado el lugar de Jerusalén, Domiciano empezó a perseguirles y a exigir el pago de la ofrenda. Puesto que todavía no estaba del todo claro en qué consistía la relación del judaísmo con el cristianismo, los funcionarios imperiales empezaron a presionar a todos los que practicaban «costumbres judías». Así se desató una nueva persecución que parece haber ido dirigida, no sólo contra los cristianos, sino también contra los judíos.

Muerte de San Juan



Cuando san Juan tenía ya 98 de edad, Jesucristo, escribe san Isidoro, se apareció al apóstol y le dijo: "Mi querido amigo, ven a mí; ha llegado la hora de que te sientes en mi mesa con el resto de tus hermanos". Al oír estas palabras, Juan intentó ponerse en pie e hizo ademán de ir hacia su Maestro, pero éste le manifestó: "Espera hasta el domingo". Al domingo siguiente, todos los fieles se congregaron en la iglesia que habían construido en honor del apóstol y éste empezó a predicarles, exhortándolos a que cumplieran fervorosamente los divinos mandamientos. Acabado el sermón, les mandó que cavaran su sepultura a la vera del altar y que sacaran la tierra fuera del templo. Cuando la fosa estuvo dispuesta, Juan bajó hasta el fondo y se tendió en ella, alzó las manos hacia el cielo y pronunció la siguiente oración: "Señor Jesucristo: Me has invitado a sentarme a tu mesa: allá voy, siempre, con toda mi alma, he deseado estar contigo". De pronto la fosa quedó envuelta por una luz vivísima, cuyos resplandores nadie pudo resistir. Momento después cesó la deslumbrante claridad y los asistentes advirtieron que, mientras duró, había descendido sobre el cuerpo del apóstol una extraña sustancia a manera de arena finísima que lo cubría enteramente, llenaba la sepultura y desbordaba de ella.
Persecución de Trajano (107): Esta es la tercera persecución, en esta sufrieron el bienaventurado mártir Ignacio, que es tenido en gran reverencia entre muchos. Ya muerto Trajano, Adriano el sucesor de Trajano, prosiguió esta tercera persecución con tanta severidad como su sucesor. Alrededor de este tiempo fueron martirizados Alejandro, obispo de Roma, y sus dos diáconos; también Quirino y Hermes, con sus familias; Zeno, un noble romano, y alrededor de diez mil otros cristianos. Muchos fueron crucificados en el Monte Ararat, coronados de espinas, siendo traspasados con lanzas, en imitación de la pasión de Cristo. Eustaquio, un valiente comandante romano, con muchos éxitos militares, recibió la orden de parte del emperador de unirse a un sacrificio idolátfico para celebrar algunas de sus propias victorias. Pero su fe (pues era cristiano de corazón) era tanto más grande que su vanidad, que rehusó noblemente. Enfurecido por esta negativa, el desagradecido emperador olvidó los servicios de este diestro comandante, y ordenó su martirio y el de toda su familia. Adriano, al morir en el 138 d.C., fue sucedido por Antonino Pío, uno de los más gentiles monarcas que jamás minara, y que detuvo las persecuciones contra los cristianos.
Persecución de Marco Aurelio (165): Esta fue la cuarta persecución. Las crueldades ejecutadas en esta persecución fueron de tal calibre que muchos de los espectadores se estremecían de honor al verlas, y quedaban atónitos ante el valor de los sufrientes. Algunos de los mártires eran obligados a pasar, con sus pies ya heridos, sobre espinas, clavos, aguzadas conchas, etc., puestos de punta; otros eran azotados hasta que quedaban a la vista sus tendones y venas, y, después de haber sufrido los más atroces tormentos que pudieran inventarse, eran destruidos por las muertes más temibles. Así murieron muchos mártires como Metrodoro, Felicitate, Enero, Justino, entre otros.

Prohibición del cristianismo (202): En 202, Septimio promulgó una ley que prohibía la extensión del cristianismo y el judaísmo. Este fue el primer decreto universal que prohibió la conversión al cristianismo. Estallaron violentas persecuciones en Egipto y África del Norte. Leonides, el padre de Orígenes, un apologista cristiano, fue decapitado. Orígenes mismo fue perdonado porque su madre escondió su ropa.Una joven fue torturada cruelmente, y luego quemada en un caldero de brea ardiente con su madre. Una historia conmovedora de la desintegración de distinciones de clase en la iglesia sufriente proviene de la persecución en Cartago. Se dice que Perpetua, una joven noble, y Felicitas, una esclava, se tomaron de la mano y se dieron un beso antes de ser arrojados a los animales salvajes en un festival público.

Trajano Decio (250): En 250 d.C., publicó un edicto que convocaba a un retorno a la religión del estado pagano. Se designaron comisionados locales para hacer cumplir la reglamentación.Cuando se sospechaba que una persona era cristiana, se le daba la oportunidad de ofrecer un sacrificio a los dioses ante los comisionados. Se emitían certificados para demostrar la lealtad de una persona a las religiones paganas. Muchos cristianos cedieron ante la presión. Los que no lo hicieron fueron encarcelados e interrogados repetidamente. Los gobernantes no buscaban mártires; querían ver a los cristianos amoldarse. Los cristianos que se mantuvieron firmes sufrieron confiscación, exilio, tortura, prisión y muerte. Algunos se precipitaron para "obtener la corona del confesor o mártir".Algunos, sin embargo, obtuvieron certificados a través de sobornos o falsificación. Quienes ofrecieron sacrificios fueron excomulgados. En 251 Decio murió, pero la persecución continuó al ser culpados los cristianos por las invasiones de los godos y los desastres naturales.

Diocleciano y sus decretos (303-311): Entre el año 303 y 311, la iglesia soportó persecuciones tan terribles que todo lo que ocurrió anteriormente fue olvidado. Cuatro edictos fueron promulgados en 303 y 304 d.C. "Las iglesias cristianas debían ser quemadas", "todas las copias de la Biblia debían ser quemadas; todos los cristianos fueron privados de cargos públicos y derechos civiles; y finalmente, todos, sin excepción, debían hacer sacrificios a los dioses so pena de muerte". Un quinto edicto fue emitido por el corregente Galerio en 308, ordenando a todos los hombres, con sus esposas, hijos y siervos, que ofrezcan sacrificio a los dioses, "y que todas las provisiones en los mercados debían ser rociadas con vino del sacrificio". Como resultado, los cristianos tenían que cometer apostasía o morirse de hambre. Pero en 313, Constantino, el emperador de Occidente, emitió el Edicto de Milán, que pasó de una neutralidad hostil a una neutralidad amistosa hacia los cristianos. Se declaró un seguidor del Dios del cristianismo. En 324, se convirtió en emperador de todo el mundo romano, y publicó un nuevo edicto de tolerancia que debía cubrir todo el imperio.